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La Tortuga
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y la Liebre

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era el animal más veloz con la bici, y que se pasaba el día burlándose de la lentitud de la tortuga.

- ¡Eh, tortuga, no corras tanto! Decía la liebre riéndose de la tortuga.

Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:

- Liebre, ¿vamos hacer una carrera? Estoy segura de poder ganarte.

- ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.

- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.

La liebre, muy engreída, aceptó la apuesta prontamente.

Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho ha sido el responsable de señalizar los puntos de partida y de llegada. Y así empezó la carrera:

Astuta y muy confiada en sí misma, la liebre salió a toda velocidad y sin ningún tipo de protección. La tortuga se quedó atrás, tosiendo y envuelta en una nube de polvo. Cuando empezó a pedalear, la liebre ya se había perdido de vista. Sin importarle la ventaja que tenía la liebre sobre ella, la tortuga seguía su ritmo, sabía que no tendría ningún percance y que iba bien protegida.

Se hizo de noche y la liebre estaba cerca de llegar. Al ir sin protección y sin ningún tipo de luz y reflectante, un coche que pasaba por ahí la arrolló. Al llegar los servicios de emergencia, no pudieron hacer nada para salvar su vida.

Contra todo pronóstico, la tortuga ganó la carrera. Respetó las normas y la carretera le respetó a ella. Al contrario, la liebre decidió no respetarlas y jamás pudo contarlo.

Caperucita
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Roja

Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia aunque vivía al otro lado de la ciudad. Su madre, que sabía coser muy bien, le había hecho una bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita roja.

Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.

– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“Cuidado con los pasos de cebra, que pueden ser peligroso y más yendo en bici”.

Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes que tendré cuidado”.

No había pasado mucho tiempo cuando llegó a un paso de cebra. Como iba con cascos no pudo escuchar un coche que llegaba a toda velocidad y cruzó sin parar. Esta vez, se encontró con el lobo, un lobo que no se podía ver y del cuál no se podría escapar.

Las reacciones no se hicieron esperar, la policía acudió rápidamente pero desgraciadamente no había vuelta atrás, el accidente había afectado a su cerebro puesto que iba sin casco y quedó tetraplégica. Los pasteles recién horneados, la cesta de pan y la mantequilla jamás llegaron a su destino. A partir de ese momento, Caperucita tuvo que ir pegada a una silla de ruedas toda la vida.

Caperucita ya eligió como ir en bici, ahora tú eliges.

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